miércoles, 7 de diciembre de 2011

Mira a la cámara y sonríe >>> :)






La ciudad actual se nos expone como un hábitat que, aunque ideada por y para el hombre, se distingue por su manifiesta deshumanización. La masificación urbana, caldo de cultivo propicio para los instintos, desvanece las diferencias entre individuos que se confunden los unos con los otros, sumergiéndose en la repetición de una actividad diaria que los ahoga. ¿No os parece como si esta multitud solitaria careciera del compromiso en el contacto con sus iguales? La consecuencia lógica a todo este proceso origina una agobiante sensación de abandono y desamparo que culmina en vacíos existenciales. La mentalidad y los valores aceptados e imitados por la muchedumbre en particular, y la sociedad en general, han sido marcados por un grupo de “poderosos”, constituyendo al ser humano como objetos puramente económicos, lo que favorece aún más a la insignificancia espiritual. Férreo sometimiento al consumismo, a la posesión y a una autoridad anónima establecida por la opinión pública que mueve los hilos que delimita el comportamiento de un sujeto carente de su propio yo, base de todo hombre libre.
¿Por qué sólo el “loco” mira hacia la cámara y sonríe? Puede que cuando el hombre contemporáneo alcance la libertad necesaria que lo descargue del imperativo “ser poseedor de cosas” como única vía de felicidad, compruebe que a través de la realización personal logrará la afirmación plena de su carácter único como individuo y el respeto máximo a la singularidad de su propio yo, así como a la de los demás.

Referencias:

  • Strauss, Leo: La cuidad y el hombre. Katz Editores. 2005
  • Cueto, Juan: La sociedad de consumo de masas. Salvat. Barcelona. 1982.
  • Erving, Goffman: La presentación de la persona en la vida cotidiana. Amorrorrtu editores. Buenos Aires. 1993

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